LAS
TESIS SOBRE LA HISTORIA: SOBRE EL CONCEPTO DE HISTORIA DE WALTER BENJAMINE.
Veronica
Alejandra Varela Flores.
Lic. Historia.
UAMCEH-UAT
Las
tesis sobre el concepto de historia es la última obra de Walter Benjamin. Cabe
aclarar que no es una obra acabada, pues trabajaba en ella poco antes de su
muerte. Las tesis proponen una visión de historia distinta a la de los
vencedores; es una “visión de los vencidos” que cuestiona la historiografía
positiva y sus implicaciones ideológicas y prácticas. Sobre el concepto de historia es un borrador redactado entre 1939 y
1940; publicado en los Ángeles en 1942 por Theodor Adorno en EE.UU., reúne
diecinueve tesis sobre la escritura y producción de la historia. El escrito
está lejos de ser un cuerpo ordenado de postulados y premisas en torno a la
historia y su ejercicio.
Las
tesis aquí expuestas son fruto de un tiempo particular. Benjamin compuso estas
tesis en una época de persecución y barbarie. La década de los años 30 es el
escenario de la ascensión del fascismo y la transformación del socialismo en
totalitarismo. Benjamin fue testigo en carne y hueso de la persecución a los
judíos, de la sumisión de las supuestas democracias europeas al régimen nazi
(Tratado de Munich de 1938) y el fracaso de la Revolución rusa (Pacto
germano-soviético de 1939). La reacción ante estos acontecimientos será un
intento de mostrar cómo el pasado puede y debe cuestionar y sabotear el orden
del presente. Para comprender como Benjamin sostiene estas tomas de posición
aspiro, primero, mostrar el concepto de historia que formula Benjamin y cuál es
su relación con el marxismo. En segundo lugar, quiero desarrollar la visión
particular de Benjamin sobre la idea de progreso y sus consecuencias para la
vida. Finalmente, quiero mostrar cómo la toma de conciencia de las condiciones
de producción de la historia conduce a la acción política y revolucionaria.
Las
tesis comienzan con una comparación entre el turco mecánico y el materialismo
histórico. El turco mecánico pretende ser un autómata con la habilidad de jugar
al ajedrez y siempre salir victorioso. Es una máquina que crea la ilusión de
ser autosuficiente, de dominar todas las posibles combinaciones de una partida.
Sin embargo, es una construcción ilusoria: dentro del mecanismo se oculta un
enano que manipula la máquina. El materialismo histórico, la doctrina
filosófica que explica el desarrollo de la historia a partir de las condiciones
materiales que organizan la vida de los hombres, comparte un rasgo sustancial
con este autómata ilusorio: ambos ocultan algo en su interior que garantiza la
victoria, la teología. Así, la propuesta de Benjamin en esta primera tesis es
cuestionar a la historiografía marxista y cristiana.
Tesis
II
Benjamín
nos introduce una primera consideración sobre la experiencia del tiempo: “‘A
las peculiaridades más notorias del espíritu humano, dice Lotze, pertenece…
junto a tanto egoísmo en lo particular, una falta de envidia general de todo presente
respecto de su futuro.’ Esta reflexión apunta hacia el hecho de que la imagen
de felicidad que cultivamos se encuentra teñida por completo por el tiempo al
que el curso de nuestra propia existencia nos ha confinado.”[1]
Esta imagen del tiempo sugiere una idea: la relación del presente con el pasado
es más significativa que la del presente con el futuro. El futuro siempre está
abierto como posibilidad pues aun no lo hemos perdido o desperdiciado; en
cambio el pasado si tiene la capacidad de afectar el presente. Para Benjamin,
el pasado constituye un poder que no puede ser agotado ni clausurado, pues no
deja de interpelarnos lo que podría haber sido. El pasado exige del presente
una redención: “El pasado lleva oculto un índice oculto que no deja de remitirlo
a la redención.”[2]
Con
esta tesis Walter Benjamín inicia la destrucción del tiempo como un espacio
uniforme que solo mira hacia delante; pues el presente es conectado con el
pasado a través de esta necesidad de redención. El mesías es para la tradición
judía y cristiana el encargado de realizar la redención, mas para Benjamin esta
tarea puede y debe ser llevada a cabo por todos: “También a nosotros, entonces,
como a toda otra generación, nos ha sido conferida una débil fuerza mesiánica a
la que el pasado tiene derecho de dirigir sus reclamos. Reclamos que no se
satisfacen fácilmente, como bien lo sabe el materialista histórico.”[3]
Tesis
III
Con
esta tesis Walter Benjamín nos introduce a la tarea del historiador “El
cronista que hace la relación de los acontecimientos sin distinguir entre ellos
los grandes y los pequeños responde con ello a la verdad de que nada de lo que
tuvo lugar alguna vez debe darse por perdido para la historia.” [4]
Benjamin marca así un compromiso con el acto mismo de registrar la historia; el
historiador no debe responder para cerrarse a una verdad parcial, pues todos
los eventos pasados son significativos para el presente. Con esta postura se
afirma la idea de redención de la tesis anterior, pues todo hecho pasado exige
una respuesta del presente. Sin embargo, Benjamin hace seguidamente una
aclaración: “Aunque, por supuesto, sólo a la humanidad redimida le concierne
enteramente su pasado. Lo que quiere decir: sólo a la humanidad redimida se le
ha vuelto citable su pasado en cada uno de sus momentos”.[5]
Las
tesis IV y V están dedicadas a aclara como los elementos del pasado interpelen
al presente “La lucha de clases que tiene siempre ante los ojos el materialista
histórico educado en Marx es la lucha por las cosas toscas y materiales, sin
las cuales no hay cosas finas y espirituales Estas últimas, sin embargo, están
presentes en la lucha de clases de una manera diferente de la que tienen en la
representación que hay en ellas como botín que cae en manos del vencedor. (…)
Van a poner en cuestión, siempre de nuevo, todos los triunfos que alguna vez
favorecieron a los dominadores”[6] Benjamin se refiere a que la escritura de la
historia no puede ser definitiva a pesar de que la case denominante escriba los
discursos oficiales sobre el pasado para justificar el presente, pues nunca
podrá detener el retorno de aquello que quiso callar, pues no puede callar la vos de los oprimidos. Para el historiador sincero
que no está al servicio de legitimar el presente, tiene la tarea de atrapar la
imagen del pasado que regresa y solo es capaz de hacerlo si tiene un compromiso
con su presente: “La imagen verdadera del pasado pasa de largo velozmente. El
pasado sólo es atrapable como la imagen que refulge, para nunca más volver en
el instante que se vuelve reconocible. La imagen verdadera del pasado es una
imagen que amenaza con desaparecer con todo el presente que no se reconozca
aludido en ella”[7].
La idea de redención vuelve aquí a aparecer, el historiador comprometido será
entonces aquel que se sienta aludido por la imagen del pasado que irrumpe y
refulge, que rompe con el continuo del tiempo y reclama ser redimida.
La
tesis VI presenta un tono normativo dirigido al historiador que toma una
posición política: “Articular históricamente el pasado no significa conocerlo “tal como verdaderamente fue”. Significa
apoderarse de un recuerdo tal como éste relumbra en un instante de peligro. De
lo que se trata para el materialismo histórico es de atrapar una imagen del
pasado tal como ésta se le enfoca de repente al sujeto histórico en el instante
de peligro. El peligro amenaza tanto a la permanencia de la tradición como a
los receptores de la misma. Para ambos es uno y el mismo: el peligro de
entregarse como instrumentos de la clase dominante”[8].
Así queda precisada la tarea del historiador: defender las formas de vida
presentes en una tradición del peligro de convertirse en un instrumento. El
historiador debe hacer valer la dignidad de cada vida humana frente a los
intereses materiales y dominadores. Mientras una tradición tenga una voz que la
defienda, no puede caer en un curso “necesario” de la historia. Sin embargo,
Benjamin no es nada idealista en este punto, sabe que la historia del hombre ha
sido una historia de dominación y silencios, que toda victoria y progreso se ha
pagado muy caro a pesar de lo que digan los libros habitualmente: “Encender en
el pasado la chispa de esperanza es un don que sólo se encuentra en aquel
historiador que está compenetrado con esto: tampoco los muertos estarán a salvo
del enemigo si éste vence. Y este enemigo no ha cesado de vencer”[9].
En
la tesis IX, a partir de una interpretación de un cuadro Klee titulado Angelus
Novus, aparece la imagen del progreso de Benjamin: “Se ve en él un ángel,
parece en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene
los ojos desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la
historia debe tener este aspecto. Su rostro está vuelto hacia el pasado. En lo
que a nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe
única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar”[10].Benjamin
exige de esta tesis una interpretación especial, donde se combinan elementos
estéticos y judíos. Un ángel de la historia es sólo posible para Benjamin por
su tradición judía, que proclama la creación incesante de ángeles enviados por
Dios en auxilio de la humanidad. Este ángel, sin embargo, es impotente. Su
mirada hacia el pasado es desesperada y reveladora. Donde la humanidad quería
leer un progreso de bienestar y civilización, el ángel sólo ve una acumulación
incesante de ruinas. La tesis continúa: “El ángel quisiera detenerse, despertar
a los muertos y recomponer lo destruido. Pero un huracán sopla desde el paraíso
y se arremolina en sus alas, y es tan fuerte que el ángel ya no puede
plegarlas. Este huracán lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual
vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo”[11]
El
progreso es destrucción para Benjamin y su curso incesante se revela en la
historia política de la Europa del siglo XX. Para el socialismo europeo, el
trabajo era la fuente de progreso por excelencia; mientras más empeñada
estuviese una sociedad en el trabajo, más pronto vería los frutos de su
esfuerzo. “No hay otra cosa que haya corrompido más a la clase trabajadora
alemana que la idea de que ella nada con la corriente. El desarrollo técnico
era para ella el declive de la corriente con la que creía estar nadando”[12].
Trabajo como sinónimo de progreso será una segunda patología social
identificada por Benjamin. Los líderes socialistas cometieron el error de
confiar en la redención de la humanidad por el trabajo, así Josef Dietzgen,
amigo de Marx y miembro del V Congreso de la Internacional Comunista, es citado
por Benjamin como síntoma del marxismo vulgar: “Trabajo es el nombre del Mesías
del tiempo nuevo. En el (…) mejoramiento (…) del trabajo (…) estriba la riqueza,
que podrá hacer ahora lo que ningún redentor pudo lograr.”[13]
Esta redención por vía del trabajo requería de un desarrollo enorme de las
fuerzas productivas del hombre, de ahí el desarrollo incesante de la técnica y
de máquinas a lo largo de todo el siglo, que lejos de ponerse al servicio del
hombre se convirtieron en su mayor amenaza. La técnica es entendida por este
marxismo como dominación de la naturaleza, siempre al servicio del hombre, que
pretende solucionar los problemas sociales por medio de la abundancia de bienes
materiales; lo contrario no cabe en su imaginación: “Sólo está dispuesta a
percibir los progresos del dominio sobre la naturaleza, no los retrocesos de la
sociedad. Muestra ya los rasgos tecnocráticos con los que nos toparemos más tarde
en el fascismo.”[14]
El
reconocimiento de las consecuencias del tiempo histórico homogéneo que conduce
al tabú del progreso exige, para Benjamin, una toma de posición política. Una
nueva conciencia histórica reclama una revolución. Las tesis han mostrado hasta
ahora la posibilidad de un tiempo nuevo, mesiánico y redentor, que no se hunde
en una sucesión infinita sino que reclama el poder del instante o la imagen del
pasado sobre el presente.
A
partir de la tesis XIV, Benjamin formula la posibilidad de un tiempo nuevo que
conduzca a la transformación radical: “La historia es objeto de una
construcción cuyo lugar no es el tiempo homogéneo y vacío sino el que está
lleno de ‘tiempo del ahora’ (jetztzeit).”[15]
El “tiempo del ahora” es el tiempo revolucionario. Es un tiempo que no pone sus
esperanzas en algún futuro por llegar, sino que inaugura la posibilidad del
cambio en cualquier momento. Cada instante tiene el poder de romper el orden
social del presente, cada instante carga la posibilidad de redimir el pasado, de
que los muertos “no hayan muerto en vano”.
Para
Benjamin, la conciencia de la clase revolucionaria es la conciencia de su
capacidad de “hacer saltar el continuum de la historia”[16].
Abandona así la concepción clásica del marxismo en la que el proletariado
redime al género humano desposeído y enajenado. La revolución ya no se origina
a partir de la conciencia del interés de clase, sino de la conciencia
histórica. Un ejemplo de esta conciencia es la relación entre revoluciones y
calendarios. Los calendarios expresan la forma en que una colectividad
experimenta la temporalidad. De esta forma, cada vez que se quiso fundar una
nueva sociedad, se cambiaron los calendarios y el tiempo fue reiniciado a cero;
asi mismo Benjamín cita un acontecimiento de la Revolución de julio en 1830:
“Cuando cayó la noche del primer día de combate ocurrió que en muchos lugares
de París, independientemente y al mismo tiempo, hubo disparos contra los
relojes de las torres.” [17]
Finalmente,
el tiempo como “tiempo del ahora” es también un tiempo singular. No recibe su
significado de una construcción metahistórica que “deja que otros se agoten con
la puta del ‘hubo una vez’, en el burdel del historicismo.[18]”
Cada instante reclama su propio valor fuera de una sucesión continua y detiene
el pensar. Así, todo lo que nos era familiar, los objetos, las costumbres y las
relaciones habituales, pierde su significado, entra en crisis y requiere un
nuevo sentido. El “tiempo ahora” contempla cada cosa en su singularidad, como
una mónada: “Cuando el pensar se para de golpe en medio de una constelación
saturada de tensiones, provoca en ella un shock que la hace cristalizar como
mónada. En esta estructura reconoce el signo de una detención mesiánica del
acaecer o, dicho de otra manera, de una oportunidad revolucionaria en la lucha
por el pasado oprimido.[19]” La
visión de cada acontecimiento en tanto mónada trae en sí un procedimiento
dialéctico: lo que antes era un punto en una sucesión es negado al ser puesto
como una singularidad; la conciencia que recoge ambos momentos, que reconoce la
oposición entre ambas experiencias de la temporalidad, es capaz de conferirle
una fuerza mesiánica a ese evento. La tarea política del materialista histórico
será identificar una situación política dada, reconocerla en toda su
especificidad, en su dominación, y enfrentarse a ella en cada acto posible, en
cada instante posible, sin esperar que la historia siga su curso. El pasado,
todo lo perdido y destruido para construir el presente, se lo reclama al
revolucionario.
[1]
Benjamin, Walter, Tesis sobre la historia y otros fragmentos, México D.F.:
Ítaca, 2005, Tesis II, p. 36. En lo que sigue, citaré la tesis y el número de
página de esta edición.
[2]
Ibid., p. 36.
[3]
Ibid., p. 37.
[4]
Tesis III., p. 37.
[5]
ibid
[6]
Ibid., p.38.
[7] Ibid.,
p.39.
[8] Tesis
VI., p.40.
[9]
Ibid., p.40.
[10]
Tesis., p.44.
[11]
Ibid., p.44.
[12]
Tesis XI., p.46.
[13]
Tesis XI., p.47.
[14]
Ibid.
[15]
Tesis XIV., p. 51.
[16]
Tesis XV., P.52.
[17]
Ibid., p.53.
[18]
Tesis XVI., P.53.
[19] Tesis
XVII., p. 55.
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